Intuición de vida, intención vital: afrovenezolanidad en la plástica desde la mirada de Jhomar Loaiza



Si algo es común a la obra de Jhomar Loaiza es el uso que da a materiales poco convencionales, ya sea para aplicar color, como en el caso de los rostros de gran formato en los que emplea espátulas de latonería o tarjetas plásticas, o como en su más reciente trabajo artístico, en el que utiliza inusuales soportes encontrados y redimidos de su destino como desecho en parte industriales, y otros en gran medida testimonios materiales de un pasado reciente.
Conectado a la memoria, el día de la afrodescendencia remite a Falcón por la gesta de José Leonardo Chirinos y también conmemora esta fecha el día nacional del artista plástico, conjunción que se repite con Loaiza en esta muestra, puesto que él es un defensor de la afrovenezolanidad al tiempo que es falconiano y artista plástico.

Testimonios de memoria que se actualizan son las latas estrujadas de pintura en aerosol que sirven de soporte para sostener, ellas mismas, la imagen de rostros venezolanos de origen africano. Se trata de piezas que forman parte de un tablero, una cuadrícula, una sucesión de espacios encajonados que delimitan la imagen física, la sombra, el objeto. ¿Acaso el damero para un juego de sustituciones, de enfrentamientos?
Latas de pintura en aerosol que se emplearon para pintar muros, señales al aire libre, aplastadas y dejadas de lado son el soporte de una experiencia, la mirada y el gesto de un rostro que nos pregunta respecto al continente y el contenido, a la palabra expresada y a la palabra inclusa, al vehículo y herramienta vaciados y a la memoria presente que es huella humana, en el pavimento y no en la playa, como una moderna alegoría al encuentro de la pisada en la playa por Robinson Crusoe.
De igual forma, el contorno del espacio exterior de una gaveta, de una maleta, de un cajoncillo cerrado, constriñe de manera deliberada la imagen en blanco, negro y gris de voluptuosas, cadenciosas figuras femeninas. ¿Que son esos volúmenes que se perciben en los tocados, atuendos, espacios de oscuridad que las cercan y delimitan? llaves, arandelas, ¿acaso eslabones de cadenas?, tornillos, elementos que en su ser elemental recuerdan a herramientas, procedimientos, formas de hacer las cosas, materiales para la transformación. ¿Quizá humanos entendidos como herramientas?
Musas afrovenezolanas, engavetadas, dispuestas al fondo de una maleta, en el interior de un cajoncillo con su manija, forman parte de esa otra instalación que nos presenta en esta oportunidad Jhomar Loaiza y que remite a la imagen conculcada, a la memoria "engavetada". No por casualidad casi cuatro décadas después del primer decreto de Bolívar para hacer libres a los esclavos, la imagen peregrina (visión de la maleta), engavetada, postergada, se define o devela con la definitiva abolición de la esclavitud en 1854, ¿cuántos años más desde la insurrección de Chirinos?
Una tercera instalación, desplegada como las anteriores en los espacios del Museo de las Culturas del Llano, son una serie de obras obtenidas como resultado de un performancerealizado in situ, consistente en la interpretación que hace Jhomar sobre lienzos en gran formato a partir de una modelo como parte de una acción en sala.
Voz que se hace ley, la carne se presenta ante nosotros. Redimida y actualizada nos mira desde la tercera instalación propuesta por Jhomar. Es la interpretación "acción" que se transforma en futuro, registrado desde un presente para actualizase sólo en cada mirada capaz de ver más allá de la inmediatez de la presencia, piel que construye el rostro de lo ancestral y revive en cada material.

Actitud sediciosa y dulce de tantos que como Jhomar, han encontrado en los objetos el espejo de la vida: dadaístas, cubistas, artistas del póvera que entendieron que para expresarse artísticamente no existen materiales "nobles" sino aquellos que son "los más adecuados".

Raúl Figueira, Mayo, 2014

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